Por todos es conocido que los españoles son los que más horas pasan en su trabajo, sin embargo la larga jornada laboral no significa más competitividad o mejores resultados. En muchas ocasiones lo que implica es una pérdida de tiempo, una mala planificación y falta de confianza en uno mismo para romper falsas creencias como que se puede salir antes que el jefe. La priorización y la organización de las tareas ayudarán a acabar con esta lacra.
La jornada laboral comienza a las nueve de la mañana con una reunión que nadie sabe cuándo terminará. Sólo que dos horas más tarde hay otra convocada. Llamadas de teléfono, correos electrónicos enviados, unos cafés... Llega la comida que se prolonga hasta las cinco de la tarde. Vuelta a la oficina. Más llamadas y otra reunión que surge de improviso. Total: un largo día en el que sólo se han completado parte de las tareas previstas. ¿Le suena este patrón?
La cuestión que inmediatamente surge con este deprimente panorama es quién tiene la culpa. Y ésta alcanza a todos los implicados. David Comí apunta varios errores que cometen las empresas: "Hay una excesiva rigidez de los convenios colectivos y de las clasificaciones profesionales; una alta tasa de temporalidad; un sistema educativo que no penaliza a los niños menos trabajadores; un alto absentismo laboral, y muy poca formación y sensibilización para enseñar a los empleados cómo gestionar sus acciones y ser más eficientes". De este modo, "la falta de competitividad, innovación y flexibilidad en las empresas españolas se compensa con más horas de trabajo. Así, España es uno de los países con la jornada más larga, pero con menor rendimiento por hora de trabajo", matiza el socio director de Incrementis.
En este contexto, además, la crisis económica ha potenciado esta lacra: entre 2007 y 2009 se ha producido un repunte de la productividad del 2,6% anual debido a la fuerte destrucción de empleo. Es decir, se trabaja más y más horas porque las plantillas han disminuido, de acuerdo con los datos del estudio Productividad. Una perspectiva internacional y sectorial, realizado por el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie).
Más organización
"Alargar la jornada es equivocado; eso no hace ser más eficiente. Y quien piense así es que no tiene los pies en el suelo. Lo que hay que hacer es optimizar el tiempo", afirma Ignacio Buqueras, presidente de la ARHOE. ¿Cómo? Siendo puntual, valorando el tiempo del que se dispone, convocando reuniones con un orden del día y estableciendo su final, aconseja Buqueras.
En concreto, la ARHOE propone diez medidas:
1.Separar lo personal de lo laboral
2.Priorizar: no todas las tareas son urgentes
3.Aprender a decir 'no'
4.Planificar
5.Ser respetuoso con su tiempo y con el de los demás
6.Puntualidad
7.Evitar y combatir el 'presentismo'
8.Convocar reuniones sólo cuando sea necesario
9.Organizar las reuniones
10.Sustituir las comidas de trabajo por desayunos.
En general, llevar a cabo estas directrices supone un cambio de cultura, de acuerdo con Buqueras. "Aunque un empleado haya terminado su trabajo, se queda en la oficina hasta que se vaya el jefe. Eso es tercermundista. Pasar doce horas en el trabajo no ayudará a ser ni más valorados en el trabajo ni a ser más productivos y eficaces".
Comí es de la misma opinión: "En la cultura española está muy arraigado el concepto de 'echar horas en el trabajo', entrar cinco minutos antes que el jefe o salir cinco minutos después. Se debe a que el principal modo de valorar el rendimiento de los empleados es mediante el 'presentismo'”. Para combatir esta mala práctica propone formar a los empleados en habilidades esenciales de rendimiento como poseer mentalidad de trabajar por objetivos y que sepan cuáles son las actividades con más valor e impacto; fomentar el trabajo a tiempo parcial y el teletrabajo e implantar sistemas de dirección por objetivos y retribución variable. En un ámbito más general, este experto recomienda incrementar el control del absentismo, poner en práctica modelos de gestión basados en resultados y acciones y fomentar los contratos a tiempo parcial.
Qué parte de culpa tiene el jefe
En muchas empresas y en numerosas ocasiones, los empleados hacen uso del presentismo porque saben que el superior está pendiente de quién está y quién no en la oficina. No es más que otra consecuencia de la cultura de 'echar horas aunque no se esté trabajando'. Por eso, el superior debe mirar si los objetivos se cumplen y si el trabajo se hace bien y a su tiempo, entre otras cuestiones, más que quién está sentado en la silla.
"Los jefes deben valorar y estimular a los empleados por el trabajo que realizan, por su contribución y por los resultados; no por el tiempo que están en su puesto de trabajo", considera el socio director de Incrementis.
Habrá que plantearse entonces si estar presente en la oficina significa realmente estar rindiendo y aportando valor a la cuenta de resultados. "Estar en el trabajo no aporta información sobre si se está realizando la labor correctamente y si se cumplen los objetivos. Lo que importa es el rendimiento de la persona, y el papel del jefe es crear un entorno para que los empleados consigan los objetivos", concluye Comí.
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